“ Y da frutos de esperanza a los que vienen detrás”
                                                                                                       Rubén Blades (Siembra)


Hace unas semanas Bill Hanage –profesor asociado en Harvard– hacía una reflexión sobre el manejo de la pandemia en Estados Unidos. Comparó las tasas de muerte en Perú para ejemplificar lo que hubiera sido una catástrofe en salud pública. Podemos discutir si estas métricas apocalípticas se originan por las diferentes metodologías de reporte, malas gestiones del sector o la enorme desconfianza interpersonal y de nuestras instituciones, entre otras razones. Sin embargo, no podemos negar nuestra grave falta de preparación ante una emergencia sanitaria (situación que no ha cambiado durante estos últimos años). Aún sin acabar esta pandemia y siendo el cambio climático la amenaza más grande para esta generación, ¿cómo nos estamos preparando para una nueva emergencia, esta vez, climática?

Una de las herramientas más potentes en los últimos años para mostrar el rápido avance del cambio climático son las `Warming Stripes`, las visualizaciones de datos de Ed Hawkins. Esta simple visualización puede mostrar la evolución del cambio en temperatura desde 1901 hasta la actualidad.

A pesar de no ocupar las primeras planas, Perú sufre importantes consecuencias de este proceso global, y registra un incremento sostenido de temperaturas desde la década de los 90. Particularmente, en 19 de los últimos 20 años hemos sobrepasado la temperatura promedio de las décadas de los 70 al 2000, pero más alarmante es que desde el 2011 ha habido aumentos de más de 0.5ºC en la mitad de esos años (2015, 2016, 2017, 2019 y 2020).

Esto es abrumador considerando la enorme variedad de microclimas de nuestro país. Como siempre, los promedios nacionales esconden las tendencias locales. Para esta nota hemos elaborado un reanálisis afinando el nivel de detalle por departamentos. Desde la década de los 60, hay al menos ocho (Ancash, Cajamarca, Huánuco, Junín, La Libertad, Lambayeque, Piura y Tumbes) donde observamos una tendencia consistente y prolongada de incremento de temperatura. Por poner un ejemplo, en estos departamentos la mediana de las temperaturas máximas registradas entre 1960 y 1980 fue de 23.1ºC, mientras que entre los años 2000 y 2020 fue de 23.9ºC. Es decir una variación de 0.8ºC durante los últimos 60 años. A primera vista puede no parecer un aumento importante, pero hay que tener en cuenta que un incremento en 1.5ºC generaría cambios irreversibles a las dinámicas socioambientales que actualmente conocemos. Sin duda, describir los procesos microclimáticos locales requieren de una mirada más fina que se abordarán en próximos artículos. Lo importante es entender que estamos viviendo una transición mucho más acelerada que la respuesta de nuestras autoridades.

Aunque para muchas personas esto siga pareciendo un problema lejano con pocos impactos directos, en realidad, la evidencia generada en los últimos años confirma que los impactos sobre la salud humana representan una carga sin precedentes. El artículo más influyente sobre cambio climático del 2021 estimó la carga de mortalidad atribuible al cambio climático generado por los humanos. En este estudio estimamos que el número de muertes relacionadas con altas temperaturas –que ocurrieron en verano– es bajo en Perú (1.6%), posiblemente por su ubicación en el trópico y tener una población relativamente joven (aunque ya estamos perdiendo este divino tesoro). 

Sin embargo, la mayoría de estas muertes (70%) son atribuibles a las altas temperaturas ocasionadas por el cambio climático generado por los humanos (el 30% de muertes restantes son atribuibles a las altas temperaturas ocasionadas por procesos naturales). Como referencia, a nivel mundial estas muertes atribuibles representan el 37%, es decir, la mitad de lo que se estimó para Perú. Esto posiciona a Perú como uno de los principales países en Latinoamérica impactados por el cambio climático. Otros efectos del cambio climático en la salud han sido resaltados en el último informe del Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC por sus siglas en Inglés) y comentados en esta nota.

Para entender mejor nuestro panorama de respuesta ante esta emergencia climática, conversé con Armando Valdés, profesor de la UPCH y miembro del directorio del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud (Clima) de la UPCH.

¿Cómo ves la preparación para el cambio climático en el Perú?

Algo que veo es que nos estamos inclinando mucho hacia la mitigación. Es decir, reducir los gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya sea porque reduces emisiones o secuestras. Pero lo que producimos en comparación con otros países industrializados es muy bajo. Nosotros deberíamos estar concentrándonos en medidas de adaptación, en medidas de cómo afrontamos los cambios en el clima que van a afectarnos. Estamos hablando de cambios en la intensidad y frecuencia de eventos climáticos como El Niño, flujos de inundación y de sequía en la Amazonía, glaciación y desglaciación –que para los peruanos significa el suministro de agua–. Deberíamos concentrarnos en el tema de adaptación. Ahora, hay medidas de mitigación que están asociadas a medidas de adaptación. Es decir, todo lo relacionado con detener la deforestación o el cambio de uso de suelo está ligado con potencializar las alternativas de adaptación. Eso es lo que debería hacer el Perú, pero no lo hace.

¿En qué se está enfocando actualmente nuestra respuesta al cambio climático?

Nos estamos concentrando bastante en la transición energética. El hecho de pasar de combustibles fósiles a gas o electricidad en el transporte masivo es una buena transición. Mejoras la calidad del aire, lo que tiene una resonancia con la salud humana, pero en Perú su contribución es muy baja. No somos un país industrializado y nuestro parque automotor no es tan grande. Sin duda la transición energética es importante, pero deberíamos atacar el cambio de uso de suelo y ya, pues ahí es donde producimos más del 20% de gases de efecto invernadero en la producción de Perú. Tú lees los NDC (nuestro compromiso climático) de Perú y ves muchísimo tirando hacia transporte público, transición energética, gestión de residuos, etcétera. Y la parte de forestación, la parte de cambio en subsuelo, la parte de expansión agrícola o ganadera. ¿Dónde queda eso?

¿Cuánto se ha avanzado durante los últimos años?

Somos uno de los pocos países que está generando un inventario de gases de efecto invernadero bueno, y estamos generando nuestros reportes de cuánto emitimos. Quizás no son exactos, tal vez puedan mejorarse, pero lo estamos haciendo. Pero para mí el tema no es lo que estamos reportando, sino dónde nos concentramos. La brújula, dónde o cuál es el norte, a dónde quieres ir y, definitivamente, para el caso peruano, la Amazonía, los bofedales, los bosque de sargazos (macroalgas) en el mar, son importantísimos y no los estamos viendo al mismo nivel que la transición energética.

¿Por dónde empezar a nivel país?

Toda la acción climática debería empezar con un ordenamiento territorial. Empieza con dónde voy a permitir actividades económicas y dónde no, dónde voy a dirigir mis esfuerzos de conservación, dónde voy a dirigir mis esfuerzos de desarrollo, agricultura, lo que sea. Mientras no exista ese plan de ordenamiento territorial, los planes de actuación o de adecuación o de respuesta al cambio climático cojean.

¿Crees que como sociedad estamos prestando la suficiente atención al cambio climático?

No. Yo diría que es por dos razones. Primero, somos sumamente individualistas, hemos perdido esa colectividad que en algún momento era característico de las pequeñas comunidades. Tiene que ver con la globalización, tiene que ver con la apertura de conectividad, con otros puntos del mundo, creo yo. En algún momento hemos perdido la capacidad de reconocernos como parte de un colectivo, somos individuales. Yo puedo hacerlo por mí mismo. Consigo la mejor educación en el Perú para mis hijos, no mejor para el Perú. Consigo la mejor salud para mis hijos, no necesariamente la mejor salud para el Perú. Segundo, es la parte de confianza. No confiamos en las instituciones. Nadie en el Perú o muy poca gente del Perú, confía. Esas dos cosas hacen que no nos podamos ver como un país. Para responder al cambio climático necesitas verte como un colectivo porque el cambio climático no va a ser una respuesta individual, va a ser una respuesta colectiva.

Finalmente, Armando nos comenta sobre unos puntos importantes para una respuesta inmediata ante nuestra emergencia climática:

1. Detener la deforestación "a como dé lugar".
2. Proteger de forma efectiva las cabeceras de cuencas y humedales altoandinos (bofedales) y promover la cosecha de agua en costa y sierra.
3. Promover la generación de planes de adaptación locales (más que regionales), tanto urbanos como locales.
4. Evaluar la expansión de la agroindustria y de la minería a la luz de nuestras necesidades actuales y futuras de agua.
5. Planificar el crecimiento urbano para los siguientes 100 años por lo menos en base a análisis de riesgos climáticos (desastres, enfermedades emergentes, etc).
6. Promover la reutilización de aguas grises (esto principalmente para Lima, pero también para otras grandes ciudades).
7. Establecer más áreas protegidas de uso múltiple (no proteccionismo, pero si limitación de actividades económicas) y planificar las actividades en zonas de amortiguamiento (búsqueda de soluciones basadas en la naturaleza).
8. Incluir cambio climático en la currícula educativa nacional y en las universidades como un "obligatorio".
9. Plan de ordenamiento territorial.

Este post solo intenta reflexionar sobre el crítico camino que nos queda por afrontar en esta gran emergencia climática. Al igual que en otras emergencias, necesitamos de un liderazgo político y técnico con legitimidad. Necesitamos también de la participación de todos, el sector público, el sector privado, la academia y la sociedad organizada. Nuestra respuesta requiere de expertos, innovadores e implementadores de múltiples disciplinas. Las aristas de esta emergencia son más complejas que cualquier otra amenaza que ha enfrentado nuestra sociedad. No esperemos, una vez más, ser el punto de referencia de lo que se hizo mal.